Después de varios días de luchar contra el virus
la muerte el ganó el tirón, ayer 19 de julio
Nació en aquella pobreza digna de la que se podía salir con trabajo honesto y esforzado, lo que Mariano realizó en grado sumo. Por eso, desde aquel changuito que yapaba el jornal de su mama en las quintas de limones camposanteñas, hasta el empresario agropecuario de punta de hoy, hay una vida fructífera en la que el mérito propio fue un componente cotidiano.
Su carácter cordial, su franqueza y transparencia y su honestidad a rajatabla, le ganaron la confianza y el afecto de quienes fueron sus patrones y luego sus socios.
Ninguna tarea rural tuvo secretos para él y ese escalafón desde peón, tractorista, capataz, arrendero y propietario, fue un constante aprender, innovar y perfeccionar, situándolo entre los productores de excelencia de la región.
Y siempre tuvo presente sus orígenes. Poseedor de un parque de maquinarias y herramientas importante y moderno, prefería salir a desfilar los 1 de agosto, en su primer tractor, un viejo y noble Fiat 411, en el que se leía una muestra de su sentido del humor: Yo fui 0 Km.
Cuando todavía trabajaba tierras ajenas, le tocó vivir en una casona cerca de La Calavera. Allí, calle por medio, vivía una niña donosa que muy pronto le hizo ver que no es bueno que el hombre esté solo. Con Elena fueron padres de Claudia, Marianito, Adolfo y María Elena. Y desde entonces, familia y trabajo fueron los únicos vicios que se le conocieron.
Ayer, lunes 19 de julio, después de varios días de pelearle al virus, la muerte le ganó el tirón, tal vez porque Tata Dios vio que estaba maduro para el Cielo.
A nosotros nos queda el inevitable dolor por su partida, la ejemplaridad de su vida y el orgullo de haberlo conocido. (JGFC)